lunes, 11 de enero de 2010

EL LILO BLANCO: ES UNA HISTORIA BASADA EN HECHOS REALES, EDITADA EN EL LIBRO RELATOS URBANOS 2009, LA BELLEZA DEL CUERPO

EL LILO BLANCO


El sol comenzaba a caer en el horizonte, exhausto de brillar inmisericorde durante aquel último día del mes de agosto. A mis diez años de edad, me encantaba pasar las vacaciones en Priego, un pequeño y apacible pueblo de la provincia de Cuenca, en el que vivía mi abuelo.
Los atardeceres, vistos desde el patio de aquella casa, eran espectaculares. El crepúsculo teñía el entorno de tonalidades cobrizas y ocres. Era como sumergirse en un mágico caleidoscopio de colores áridos, mientras que una brisa ponzoñosa me embriagaba arrastrando hasta mí el efluvio de las flores y árboles que la abuela había plantado en la parte de atrás, un año antes de morir.
Aquel verano el abuelo y yo habíamos construido un columpio, con la ayuda de unas cuerdas y un viejo neumático. Pendía de una rama del roble que presidía la entrada principal de la casa. Allí pasé tardes apasionantes balanceándome mientras leía la trilogía de “El Señor de los Anillos” de Tolkien o dejando volar mi imaginación rumbo a “La Isla del Tesoro” de Stevenson.
Aquella tarde me encontraba abstraído en el vaivén somnoliento de cada sobremesa, cuando el abuelo salió en mi búsqueda.
- Lorenzo, ¿qué tal muchacho?... Ven, me gustaría hablar contigo- Me dijo mientras su enorme mano me despeinaba cariñosamente el flequillo.
- ¿Qué pasa, abuelo?- Contesté desconcertado, a la vez que descendía del columpio.
- No te preocupes, tan sólo quiero que veas algo- Me comentaba mientras atravesábamos el sendero de grava que conducía al jardín situado en la parte de atrás.- ¿Ves aquél árbol de allí? Lo plantó tu abuela.

Sorprendido vi un majestuoso árbol atípico, cuyo encanto residía tanto en la belleza de sus flores, como el lugar de donde brotaba: emergía del pavimento del patio trasero.
- Pero abuelo, ¿cómo pudo la abuela plantar algo en el cemento? ¡Con lo duro que está! Además, ¿qué clase de árbol es? Tiene unas flores muy bonitas.
- Ten paciencia, es una larga historia.

“Una mañana tu abuela compró unas semillas para plantarlo. Se trataba de un lilo muy distinto a los demás, ya que sus flores serían de un color blanco níveo. Ella no me dijo nada, porque en aquella época estábamos pasando por graves apuros económicos, y temía que la regañase por haberse concedido un capricho... ¡Cómo hecho de menos a tu abuela!... – El abuelo interrumpió momentáneamente su historia con un amargo suspiro. Pude ver como una lágrima furtiva surcaba su mejilla. Respiró hondo, como tratando que el aire inundara sus pulmones de una vitalidad que ya comenzaba a flaquear.- En fin, aquel mismo día plantó la semilla justo ahí.- Prosiguió con aire nostálgico.- Pero su mutismo hizo que tu torpe abuelo, a fin de hacer más transitable la parte de atrás de la casa, pocos días después pavimentar el patio, cubriendo con cemento el sitio donde ella había arrojado la simiente.
En las semanas siguientes no recibí ningún reproche por su parte. A veces la encontraba con la mirada perdida, observando fijamente el pavimento, como si presintiera que algo iba a suceder tarde o temprano. Hasta que un día la escuché vociferar “¡Manuel! ¡Manuel! ¡Ven, corre!” Gritaba pletórica de emoción al ver como los primeros brotes del lilo, en su ímpetu desesperado por crecer, habían hecho una grieta en el suelo, a través de la cual comenzaba a germinar el árbol que hoy ves”.
- ¡Abuelo, qué historia más bonita!
- Espera, pequeño, espera. Aún no he terminado.

“Entonces tu abuela me lo explicó todo y me dijo algo que jamás olvidaré:
- Manuel, quiero que este lilo sirva a las generaciones venideras como recuerdo del sufrimiento que hemos tenido que pasar, para que nunca más se vuelva a repetir.
Verás Lorenzo, lo que quiso decir tu abuela es que en este país, hace ya algunos años, hubo una guerra en la que murió mucha gente inocente. España se dividió en dos bandos: uno fue como esa semilla de lilo blanco, pura fuerza de vida por emerger; pero que fue inmediatamente tiranizado por el otro bando, cegado por la ira y la hosquedad, minando todo horizonte y anhelo de libertad. Tras la contienda, los que habíamos perdido tuvimos que emerger sobre el cimiento, brotando a través de las fisuras de un sistema que nos fustigaba vilmente, impidiéndonos germinar. Pero al final, tras mucho sufrimiento, hambre y opresión de la dictadura, conseguimos crecer al igual que el lilo blanco que tienes delante. Nunca olvides esto que te acabo de contar”
Con un beso en la frente y con los ojos anegados en lágrimas, se despidió. Aquella fue la última vez que vi a mi abuelo.
***

Hoy escribo este relato como homenaje a ti, y para decirte que nunca lo olvidé, abuelo. De alguna manera en el lilo aún perdura tu esencia y la magia de aquellas tardes de verano.

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