lunes, 11 de enero de 2010

MONÓLOGO FINALISTA DEL CERTAMEN DE MONÓLOGO JOVEN DEL "ATENEO NAVARRO" 2008

MONÓLOGO FINALISTA DEL CERTAMEN DE MONÓLOGO JOVEN DEL "ATENEO NAVARRO" 2008
EL INCREÍBLE MUNDO DE LA SEGURIDAD SOCIAL

O...¿En qué se parece “El Señor de los Anillos” a un centro de salud?

¿Han sentido alguna vez esa extraña sensación de que no es posible que esta situación sea real? ¿Han pensado, mientras esperan en la consulta del médico, que la realidad supera la ficción?¿No han sentido la necesidad de descubrir donde se esconde la cámara oculta?
Nada me hacía presagiar cuando abrieron el centro de salud en la misma calle donde vivo, que aquello más que un ente sanitario, es un verdadero mundo surrealista. Una realidad aparte digna de una novela de Tolkien.
En primer lugar estarían los elfos, que vendrían a ser esos “personajillos” que trabajan en la administración. Seguramente obtuvieron el puesto en la tómbola “El Dedo Mágico”, porque méritos, lo que se dice méritos...Le da a una que pensar, la verdad. Si uno llama para pedir cita a esa “Tierra media”, que está bajo sus dominios (justo “en medio” entre el paciente y el médico) le sucederán mil y una peripecias o desventuras. Primero, tras perder media mañana intentándolo, cuando finalmente descuelgan el teléfono, te encuentras con que le tienes que explicar al que está al otro lado del hilo telefónico lo que te ocurre, para que valore si es urgente o no. Dicha valoración la realiza según su criterio que es el famoso ojo... de buen cubero, porque de perspectiva sanitaria, nada de nada. Después eres sometido al tercer grado: te preguntan el número de la tarjeta sanitaria, el D.N.I., y un largo etcétera. Un día de estos seguro que preguntarán hasta por el grupo sanguíneo. Llegas a pensar que estás sufriendo un verdadero interrogatorio policial. “¿Qué tomó usted la noche de autos?” Y uno se tiene que preparar una buena coartada, porque si no, te darán cita en unos... ¡quince días! (Día arriba, día abajo). Así que si uno llama porque está resfriado, en ese tiempo la única opción que tiene es meterse en la cama y dejar transcurrir los días, hasta que se pase.
Cuando al fin llega el gran día de ir, pues se va. Uno no tiene ese privilegio así como así. ¡Total, ya que tienes la hora!...
“Mire, yo he pasado un resfriado de mil demonios, pero he estado acostado unos días y ya estoy bien. Sólo vengo por no hacerle a usted un feo. Un saludo, majete.”
Para que luego digan en los anuncios de televisión que sólo los medicamentos te los puede recetar el médico; no el frutero, ni el panadero ni tu kiosquero habitual. ¡Pues si aciertan más! Por lo menos se dignan a mirarte a la cara, y no se basan en los que les dice un sistema informático, el cual muchos de ellos no lo saben ni manejar.
Hace más o menos un mes me pasó lo siguiente. Estaba con la gripe y bajé a por el pan. Cuando entré, el panadero me dijo:
- ¡Qué mala cara traes hoy!
- He pasado la noche fatal, tengo un gran resfriado. Una tos enorme, y por no hablar del mareo, que parece que me vaya a estrellar contra el suelo, de bruces.
- Pues yo estaba así la semana pasada, me tomé este jarabe y va de fábula. Pruébalo y verás.-Me contestó mientras me recortaba el cartón con el nombre del medicamento.
Lo mejor de todo fue que en un par de días estaba como nueva. ¡Funcionó!
Cuando sufres “en silencio” tanta negligencia, terminas por optar por poner por escrito todo lo acontecido. Plasmarlo en el papel es como la última pataleta de un niño que sabe que no va a conseguir lo que quiere. Pero el hecho de interponer una hoja de reclamaciones ya es harina de otro costal. Cuando vas te sientes como el enemigo público número uno. Parece que seas un bicho raro por reclamar tus derechos. Te sientes muy poquita cosa, como si fueras Frodo tratando de luchar contra una multitud de gigantescos orcos, que no te permiten llegar hasta la fragua donde se forjó el anillo de poder. Pero cuando por fin logras entregar tu reclamación; e incluso, conseguir tu cometido ( que te adelanten una cita, que te cambien de médico,...); sientes que David, una vez más ha vencido a Goliat. O de una manera menos lírica, como el Real Madrid ganando la liga en el último momento el pasado año; o como Zapatero aquel trece de Marzo...
Hay muchas clases de médico. Entre los más destacados dentro de la fauna doctoral, hay un tipo que es el que más abunda, que es el médico-virus. Todo para ellos está causado por un virus. “Doctor, me duele la garganta” “Eso es un virus” “Vengo porque me duele el estómago” “Eso es un virus” “Me he caído y me he hecho daño en un pie. Creo que me lo he roto...” “Es por culpa del virus”... Uno se pregunta si tendrán un mecanismo incorporado mediante el cual cada vez que alguien dicen algo responde lo del virus. Y se quedan así, ¡tan frescos! Acto seguido dicen lo de “Reposo y mucha agua” Como si en lugar de personas fueran autómatas. “Sayonara Baby” ( Voz de Terminator) ¿Recuerdan?
Otra clase de médico es el médico-pupas, alias “yyomás”. Es decir, si tú vas enfermo, él está aún peor. Viene a ser algo así.
- Doctor, mire, que me encuentro fatal...
- “Y yo más” que fatal, he pasado una noche horrible... ejem...ejem..(tos) ¿Qué se nota? Dígame...
- Pues me duele la cabeza, tengo muchos mocos. He tenido fiebre alta...
(Entonces es cuando vuelve a interrumpir)
- ¿Y esa horrible tos cuando uno se acuesta...? Igualito que yo
Es en ese momento cuando te llegas a plantear quién es el paciente y quién el médico. “¿Se supone que le tengo que recetar yo algo?” Piensas para ti. Hasta que llega el momento de la apoteosis final, el médico remata la jugada con la frase del millón: REPOSO Y MUCHA AGUA. Uno sale farfullando de la consulta: “¿Y para eso ha necesitado cinco años de carrera?
Otro subtipo de médico son los que yo llamo los médico-matarile, con sus dos diferentes vertientes: “esporlaedad” y “ya no hay solución”. Mi madre solía decirme que todo tiene solución menos la muerte, ¿le dirían a estos individuos lo mismo pero a la inversa? Uno los detecta porque, sobretodo con las personas ancianas, se rigen por la ley del mínimo esfuerzo. Todo aquel sexagenario o mayor que cae en sus manos, para estos doctores ya se encuentra más que desahuciado. Exceden lo negligente para rozar de manera descarada lo delictivo. Son verdaderos delincuentes, no de “guante blanco”, sino de “bata blanca”. ¡Dios nos libre de caer en sus garras! La que avisa no es traidora, así que “al loro” con ellos.
Luego está el médico- mudo, que créanme, también los hay. Tengo la teoría que no dicen nada para que no se les note demasiado su inseguridad. Llegas allí, pasas dentro de la consulta, y te quedas mirando fijamente a los ojos del susodicho, como si se tratase de un duelo al sol de una película de John Wayne. “Desenfunda forastero”. Ni tú ni él reaccionas, hasta que el médico, con un tímido gesto de hombros se digna a musitar. “¿Qué es lo que le pasa?”, que apenas si se le oye. Ya no habla nada más, tú le explicas lo que te ocurre y se limita a pautar el tratamiento, con un promedio de acierto de uno entre cien. A veces es más fácil que te toque un cupón de la ONCE o un décimo de la lotería, que un medicamento correcto, recetado por un doctor en la Seguridad Social. No lo digo yo, es pura estadística. El colmo llega cuando al leer la receta de lo que te ha pautado, pone lo de “Reposo y agua”¿Tendrán en la carrera una asignatura con ese nombre? ¿Se imaginan?...
Los peores de todo son los médicos-ni-idea. Son un espécimen que ni mucho menos está en vías de extinción. Se les detecta porque las porque ya desde las primeras frases no hay por donde cogerlos. Responden con cosas sin sentido, que no tienen conexión alguna con lo que tú has preguntado o expuesto primero. Por ejemplo el otro día fui a mi médica de cabecera, que pertenece a este subtipo, aquejada de un fuerte resfriado. Le expliqué queme encontraba muy mal por culpa de un fuerte catarro que arrastraba desde hacía un par de días. ¿Saben qué fue lo que me contestó? Agárrense porque “vienen curvas”... Pues que ella también estaba muy estresada por culpa de una piscina que le estaban construyendo en su chalet. La primera reacción que tuve fue sonreír en plan “No me puede pasar esto a mí. Debe de estar de broma. Va a se eso...” Pero ni se inmutó. Se limitó a mandarme paracetamol. Me quedé de piedra. Después de haber pasado por el frente infranqueable que supone el mostrador de Administración, para que me dieran cita a primera hora de la tarde porque estaba bastante fastidiada, solo me sirvió para que me restregara por las narices que pertenezco a la clase obrera y ella no; y que tengo que pasar por el aro porque no me llega el dinero para buscar soluciones dentro del ámbito de la medicina privada. Encima y para colmo de males, cuando salí enojada de la consulta, rumbo a cambiarme de médico, me sucedió algo muy curioso y que me cabreó aún más si cabe. Salía hablando con mi marido varias lindeces acerca de la doctora, cuando una “enteradilla” (toda consulta que se precie ha de tener una, no sé porqué, pero es así) me dijo “Si haces eso, te desahuciarán, no te van a querer atender”. Muy alterada le contesté que si todos hiciéramos lo mismo, tal vez lograríamos algo, pero como siempre nos callamos, y así nunca logramos nada. Me fui, dejándola un poco desconcertada.
Por último diremos que también están los médicos- Randalf, más conocidos como “soy-buen-médico-pero-de-ordenadores-ni-media”. Son una tipología que si se encuentran al borde de la extinción, pero haberlos, los hay. Son los que se metieron en el mundo de la medicina por vocación, tienen multitud de adeptos dentro de la tercera edad: hacen recetas sin hacer demasiadas preguntas, les escucha (pero sin inmutarse de su asiento. Pero desde hace algún tiempo les han impuesto ese extraño “bichejo” cuadrado que lleva adjunto un teclado... ¡el P.C.! El primer día que lo vieron se acercaron con recelo... “¿Morderá?” Pensaba. “¿Esto como funcionará? ¿Cómo los deuvedeses esos?¡Malditos chismes modernos!”Aún lo están descubriendo... Lo que supone que su consulta sea la más masificada, con un tiempo de espera mínimo de tres horas. ¡¡Incluso el conserje les deja las llaves para que cierren cuando acaben!! Una vecina me contó que como se hizo muy tarde en su médica, que es de esta clase, pues entre todos los pacientes pagaron unas pizzas familiares, llamaron y se las llevaron allí. Así cenó mientras esperaba su turno.
Para terminar, solo me resta decirles que todo parecido con la realidad NO es pura coincidencia. Pasen por su centro de salud más cercano y verán que les hablo sólo del día a día de la Sanidad Pública. ¡Un placer! ¡Hasta siempre!
Monólogo finalista del “ III Certamen de Monólogo Joven del Ateneo Navarro (Pamplona)-2008

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